Cuento breve 10

ALICIA EN EL PAIS DE LAS REALIDADES

Cuando uno viaja en avión y mira el paisaje terrestre, percibe lo insignificante que somos en esa escala…me imagino que Dios nos debe observar así, desde las alturas. Los camiones, colectivos y autos, ruedan por las carreteras como hormigas presurosas y los edificios y las casas parecen cajitas desparramadas en la geografía... muchísimos menos importantes aparecen los actores que viven en ellas…

A pesar de nuestros conflictos, dramas, peleas y amoríos, me da la sensación que no somos nada; el cosmos es tan inmenso que unas lágrimas de alegría o amor no alcanzan siquiera a modificar un átomo de la totalidad. Tampoco mutará el devenir de la historia nuestras historias, ni la singular vida de Alicia: su historia.

Hija única de una familia acomodada, desde muy pequeña logró todos sus deseos… juguetes por doquier, viajes, motos, autos y departamento de soltera. Comenzó a estudiar arquitectura con notas aventajadas y cierto día, visitando el MOAM de Nueva York decidió abandonar la carrera y ser escultora. Se perfeccionó con notables maestros y trabajó con metales, mármoles y piedras semipreciosas, su éxito corrió desmesuradamente al compás de su edad y no tuvo tropiezos ni adversidades en su profesión, ni en su vida…o por lo menos, nunca le dedicó atención a lo negativo…

Vivió verdaderamente un mundo ideal, recreado por su tamaña inteligencia y amoldado sólo a sus gustos y preferencias. Una buena manera de ser felíz, negando la infelicidad. Siendo ya famosa, se casó con un noble señor abogado, de familia aristocrática y escasos fondos. El apellido lo puso él y la plata, ella. No tuvieron hijos para no perder el tren de exposiciones, eventos y viajes, total sus aspiraciones maternas las cubrían una docena de sobrinos con linaje.

Mezcla de estrella hollywoodense y matrona florentina, tremendamente ególatra, fue amada, mimada y adulada por una multitud zalamera. Nada ni nadie se le doblegaba, hasta que le llegó el verdadero amor cuando menos lo esperaba, casi al final de sus días. Ricardo, su esposo, eligió la bebida y luego las drogas blandas y pesadas. Terminó en un asilo para adictos, visitado por Alicia cado dos o tres días, luego dos o tres meses, hasta que un llamado le informó que debía retirarlo hacia el servicio fúnebre… Fue un gran hombre, pero no pudo con esa mujer avasallante. Seguramente, ella no lo amó lo suficiente.

Un tiempo antes que enviudara, tomando el té en el lobby del Riú Palace, después de jugar nueve hoyos en el green de Playa del Carmen, llegó a su vida Mercedes. Bella abogada de treinta años, desprejuiciada, activa, vivaz y muy inteligente. La química se dio de inmediato y terminaron siendo amigas y compinches en ese país de visita, y socias y amantes, por el resto de sus vidas.

Mercedes resultó ser la persona que reemplazó en todo a su esposo…tenía el empuje y la osadía de meterse con galeristas, negociantes, arribistas y aventureros. Ella podía vender las obras a la nobleza europea, a jeques árabes o al mercado negro. Sus negocios le brindaron a las socias una vida holgada de placeres compartidos…Alicia solo producía sus obras, se deleitaba en su mundo, ahora concurrente y no pensaba en otra cosa que gastar a cuenta de esas abultadas ganancias. Viajes, comidas, salidas, ropas de marca y joyas, eran el fruto oneroso de una sociedad sincronizada, programada y ciertamente felíz.

Tal vez, fueron los mejores doce años de su mundo de maravillas. Pero el diablo o un ángel mayor se disfrazó de casualidad y todo cambió. Un día cualquiera, de un año cualquiera, Alicia salía de una tienda con varios bolsos y paquetes, y antes de tomar un taxi, el taco de sus Laboutin se atascó en una grieta de la vereda y no pudo continuar. En ese preciso instante, apresurado para llegar a su consultorio, pasó Francisco y siendo tan caballero como siempre, le ofreció ayuda. Bastaron cinco minutos para transformar una vida, o dos…o tres, porque en las comedias e historias inmortales, los actores desencadenantes son varios.

Le alzó los paquetes y le ofreció pasar a la clínica para reponerse. Alicia no ingresó, le agradeció sinceramente la atención recibida y miró descaradamente la dirección del consultorio de Ginecología, no sin antes relojear el porte y la presencia de ese hombre sin igual. Francisco es un médico renombrado al frente de un equipo de colegas dedicados a enfermedades de mujeres…y las conoce muy bien. Intuyó inmediatamente que no sería la última vez que se verían y no le sorprendió demasiado cuando recibió una exquisita escultura de ónix y opalina, junto a una tarjeta de agradecimiento, donde, con todas las intenciones, figuraba el número de su celular para contactarse.

Francisco tiene una hija de corta edad que es su centro, eje y destino de toda su vida y tiene una esposa, famosa otrora actriz de teatro que no se llevan para nada bien. El matrimonio está en crisis terminal y solo pende y se sostiene por el cuidado y la educación de la pequeña….y por otro lado, Alicia está agotando con Mercedes una relación entrando en la monotonía.

En ese cielo tumultuoso, los planetas irremediablemente se juntaron y estallaron en un idilio pasional. Vivieron dos años y meses un amor intenso, exactamente 756 días hermosos...llenos de deseos y promesas que ambos sabían que no se cumplirían, pero los mantenía plenos, deseosos y maravillados uno del otro. El la cubría de regalos con una generosidad inigualable y ella le entregaba todo su ser, su historia, su arte y su vida.

Sin dudas alguna, el mejor estado civil de una persona es el estar enamorado y en esos primeros tiempos, vivieron una primavera continua perfumada y sin tormentas. Se citaban a menudo para robarle a la jornada una hora de intimidad en los almuerzos ciudadanos y Alicia sentía el corazón trotar cuando lo veía llegar, a las zancadas, apresurando el paso…él le contaba sus problemas maritales y ella le besaba el anillo de sus dedos finos y alargados, tratando de aliviar el dolor que sentía por su hogar roto.

El le enseñó a tomar el té como lo hace la reina Isabel y ella a saborear helados de yogur… y reían de casi todo y gozaban del amor, puro y verdadero. Pero en su país de maravillas, Alicia ocultó su intrínseca relación con Mercedes y su entrega nunca fue total, porque ese algo importante, muy importante, lo ocultó siempre y cuando se supo la verdad, el mundo entero estalló en mil pedazos.

Fue fortuito, accidental, pero catastrófico. Mercedes, que estaba viviendo circunstancialmente en otra ciudad, esa semana se instaló con Alicia para realizar varios trámites, y en un descuido, en un chat abierto, un “te quiero, mi amor” de una frase final, fue el detonante para que surgieran más y más mensajes de uno al otro.

Con una furia incontenida, ambas mujeres se trenzaron en una batalla campal de gritos, insultos, maldiciones y reproches, contra llantos y disculpas desoídas. Como la abogada es de armas llevar y con los celos estallados, indagó en las agendas y buscó hasta encontrarlo a Francisco, reclamándole una participación que él desconocía. Dialogaron mucho y llegaron a la conclusión que Alicia debía definirse…

La reunión tripartita se dio en la más tensa calma. Acorralada y sentada en el banquillo de acusados, con toda la verdad al descubierto y la culpa corroyendo su alma, creyó que cielo de detenía en ese instante y solo pensó en huir o morir.

Francisco elegantemente se retiró dejando que las mujeres arreglaran sus cuitas. A su manera, sufriente y derrotado, volvió a su profesión y a su hogar tratando de recomponerlo. Cumplió con su corazón enviándole a Alicia mensajes de resignación y perdón, cada día más menguados. Como buen caballero, perdió la batalla y se insumió en el dolor y el olvido.

La resignación a veces llega pronto. Mercedes, por amor y conveniencia, perdonó y reanimó los vínculos. Cuando los sentimientos y los negocios se juntan, las intensiones se enturbian. Alicia necesitó un tiempo para recomponerse y continuar su vida, destruida hasta los cimientos. En su viaje de huida de apenas dos semanas para ordenarse, eligió Barcelona...y como la ciudad es bulliciosa y tiene infinidad de museos y galerías de arte, quiso alejarse de todo ese mundo tan habitual.

Buscó en el mapa algún lugar escrito con letras menores y le sorprendió uno que le recordaba sus mejores exposiciones: Miami Playa, al sur de Tarragona, tan sólo a sesenta minutos en remisse. Quiso rearmar su norte, proyectar nuevos trabajos y renovar sus técnicas, mas como la inspiración no llegaba, el desánimo la invadía y los mensajes de uno y otro atosigaban su aparente calma, sus jornadas fueron un infierno y se acortaron irremediablemente.

Las vacaciones de quince días se terminaban pronto y debía regresar con una opción tomada. Esa última tarde en España, a diferencia de todas las demás, permaneció nublada y fresca; no estaba para ir a la playa, pero debía tomar una decisión. Por primera vez sintió espanto, miedo, pavor y no los supo dominar…

Había vivido demasiado tiempo en el mundo de Lewis Carroll y nunca estuvo preparada para el real….demasiado arisco y antipático. El tiempo se le terminaba en todo sentido y tenía que optar por un resultado dramático. Quería seguir viviendo eternamente con su pelo rubio atado a una cinta, delantal de organza y vestido celeste, pero debía asumir sus cincuenta y nueve. Añoraba los flashes pero ahora le dolían las piedras de la arena. Exhibió miles de obras y hoy no podría terminar ni una, Se emborrachó de aplausos y terminó sedienta en el anonimato. Había amado a tres almas y tenía que optar por una…mientras tanto el sol se ponía inexorablemente.

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Aeropuerto de Barcelona. El horario matutino marca la convocatoria al vuelo DR564 y una vez acomodados los pasajeros, el asiento E54 quedará vacío. Ya en vuelo, el avión remontó por sobre las playas doradas hacia el sur, surcando Sitges, Tarragona, Miami Playa y más allá. Desde lo alto, cual mirada de Dios, absolutamente nadie verá un puntito oscuro sobre las costas claras del Mediterráneo…ahí quedaron amontonadas las toallas, el bolso y un cuaderno con despedidas que Alicia abandonó…mucho menos verán, su cuerpo inerte flotando en alta mar…