Sorpresa en Santa Otilia

Cuando era muy chico, tenía una vecinita rubia, de ojos celestes, llamada Otilia. Un nombre peculiar.

Leyendo las viejas revistas mejicanas sobre Vidas Ilustres y de Santos, me topé con la extraordinaria historia de Santa Otilia, una princesa bárbara del siglo 7. Otilia u Odilia fue hija primogénita del duque alsaciano Adalrico, pagano recién convertido al cristianismo. Nació ciega y por este motivo fue repudiada por su padre. Salvada de la muerte al ser entregada por su madre a un monasterio del reino, fue bautizada a los 12 años por el obispo San Erardo, acontecimiento que, según la leyenda, motivó que recuperara la visión al tocar sus ojos con los santos óleos. Por ello le cambiaron el nombre por Otilia, que significa “hija de la luz”.

Años después, su hermano pequeño Hugo conoció su historia y la llevó de vuelta al hogar paterno. Sin embargo, su padre, preso de un arrebato de ira, mató a su hermano y obligó a Otilia a vivir con los sirvientes del castillo. Al alcanzar la juventud, su padre decidió prometerla en matrimonio lo que provocó que Otilia, que había jurado los votos monásticos en secreto, huyera y se refugiara en un monte de la Selva Negra. Allí construyó un altar del que brotó un manantial que pronto atrajo a multitud de peregrinos, ya que se decía que curaba las enfermedades de los ojos. Su fama se extendió rápidamente y llegó a oídos de su padre que viajó en su busca para convencerla de dejar los hábitos. Por ello le regaló el castillo de Hohenburg (hoy conocido como Odilienberg o Mont Saint Odile) para transformarlo en un monasterio del que Otilia sería primera abadesa y que se regiría por la orden benedictina. Junto al monasterio fundó un hospital y la iglesia de San Juan Bautista, templo donde falleció el 13 de diciembre del año 720 d.C. y donde se conserva y venera su cuerpo. Por tal motivo es declarada patrona los Oftalmólogos y de Alsacia y Lorena, regiones al oeste de Francia.

Estando de viaje con mi esposa, por una de las regiones más hermosas de toda Europa, y casi culminando la Ruta del Vino, llegamos a Overnai. (Viaje Nº 13 Desde Paris a Estrasburgo)

Como de costumbre, respetamos el recorrido, analizado y programado día por día, instancia que recomiendo para no perderse en las rutas, cumplir con las reservas de hoteles y quedarse fuera del recorrido... pero esta vez, desoímos las recomendaciones y al ver sorpresivamente un cartel que señalaba el Monte de Santa Otilia, que me recordó mi niñez, no dudamos en saltear el recorrido y darle una oportunidad a las sorpresas, porque viajar también es dejarse llevar por las aventuras.

El camino para llegar a la cima de la montaña es de una belleza inigualable, ya que se percibe todo el valle del Loira hasta el Rin y las brumas de la vecina Estrasburgo, a tan solo 35 km. Rodeando la cima plana del monte a lo largo de unos 10 km de longitud se encuentra el llamado Muro Pagano, una obra de fortificación megalítica formada por cerca de 300 000 bloques de piedra y que alcanza entre 1,60 y 2,00 metros de anchura hasta 3 m de altura. Sus orígenes y contexto, al que son dedicadas diversas leyendas tradicionales de la región, son objeto de controversia entre los especialistas que se dividen entre los que consideran que se trata de una construcción del siglo II a. C. realizada por las tribus celtas, germánicas y/o por los legionarios romanos y que tal vez sirvió como un recinto religioso o defensivo, o aquellos que piensan que se remonta hasta la edad de bronce. Desde 1840 está catalogado como un monumento histórico y desde 1987 como sitio arqueológico de interés nacional francés.

Llegando a la cima de la montaña sobre las paredes del llamado Muro Pagano encontramos la representación en cerámica con tonalidades de azul, de las catorce estaciones del Vía Crucis, y también una capilla en ruinas y la fuente donde según la tradición popular, Santa Odilia hizo brotar agua de la roca al golpearla con su báculo de abadesa, la cual ha sido usada por los peregrinos para lavar sus ojos y pedir la sanación de enfermedades oculares.

Al ingresar al convento, se sorprenderán de ver el templo principal con las paredes decorados con mosaicos y pinturas al fresco, además de otras capillas, patios, galerías, edificios privados, bibliotecas, cementerio y hasta un hotel que ofrece 105 habitaciones totalmente equipadas para disfrutar de una agradable y confortable estancia, en un ambiente de paz y tranquilidad, rodeado de una hermosa naturaleza. Además, en los pequeños pueblos que rodean la montaña, también hay una variada oferta de 150 hospedajes rurales.

Recomiendo este recorrido. Sorpresas que deparan los viajes, aún sin estar programadas…y todo esto ocurrió por la hermosa niña de ojos celestes, que vivía a una cuadra de mi casa.