TENSION EN MADRID
Por supuesto que la noche, en cualquier parte del mundo, tiene sus encantos y es parte principal de momentos de alegría, conocimientos y felicidad...pero también tiene sus asechanzas y peligros.
Recuerdo unas noches mágicas en el barrio de Placa, en la divertida Atenas, al pie del Acrópolis iluminado, con música callejera, platos típicos y bastante alcohol… o en el interior de la ciudad fortaleza de Carcassone, con una serie de cantantes y juglares medievales, animando con marionetas las mesas de la plaza central, o las calles de Milán repletas de bares y cientos de jóvenes cantando entre unas y otras juntadas… interminables anécdotas de distención y algarabía.
Pero en este caso, nos sorprendió la adversidad. Estando en Madrid, nos dirigíamos a “Sobrino de Botín” en el Arco de los Cuchilleros, a la salida de la Plaza Mayor, para comer algún plato típico castellano.
Conversábamos animadamente con un amigo que nos acompañó en todo el viaje y en cada bocacalle, a la espera del paso peatonal, nos llamó la atención una pareja de jóvenes que nos seguían. Nos deteníamos en alguna vidriera y ellos lo hacían también, aminorábamos la marcha y disimulaban quedarse quietos…hasta que un recodo de la vereda, sobre un portón cerrado, nos asaltaron, con tanta suerte que mi amigo les golpeó con su mochila y ante los gritos de mi esposa, saltaron por sobre los autos que pasaban y huyeron a toda corrida, sin quitarnos nada.
En esa oportunidad tuvimos mucha suerte. Pasado el mal momento, cenamos en el restaurante más antiguo del mundo (el horno parrillero nunca ha sido apagado desde su fundación en el siglo XVI, superando la Guerra Civil Española y la Pandemia de Coronavirus) y nos quedó la advertencia que hay que llevar pocas joyas o nada, estar atentos en todo momento y no distraerse jamás.