Nos confundieron con autoridades
Con mi esposa, estábamos en Asis, un 4 de octubre, en la Fiesta del Santo y marchamos a misa, a la Basílica Patriarcal de San Francisco, Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000. Es el lugar de la glorificación de San Francisco de Asís y se distinguen en ella dos partes fundamentales: la Basílica inferior, baja y oscura, y la Basílica superior, espaciosa y luminosa.
La Iglesia superior, rica en obras de arte y famosos frescos del Giotto, fue destruida parcialmente por el terremoto de 1992 y reconstruida hermosamente.
Según la tradición, fue el propio Francisco quien indicó el lugar en el cual quería ser enterrado. Se trata de la colina inferior de la ciudad donde, habitualmente, eran depositados los “sin ley" y condenados por la justicia, quizás razón por la cual era llamada “colina inferior”.
La estructura que se quería dar era en un principio bastante simple, pero fue rápidamente modificada según líneas más majestuosas, inspirándose en la arquitectura románica lombarda. El complejo, formado por las dos iglesias superpuestas e independientes, de nave única con transepto saliente y ábside, se terminó en 1239 y fue consagrado al culto en mayo de 1253.
El santo fue enterrado bajo el altar mayor en un lugar inaccesible, pero durante siglos se perdió la memoria del punto exacto donde se encontraba su cuerpo. Tras su descubrimiento, en 1818 se excavó una cripta, que fue realizada en centro de la nave y este lugar, el más pobre en cuanto a obras de arte, es el corazón de la basílica. Formando parte de un pilar que sostiene el altar mayor de la basílica inferior, se ubica en definitiva, en el tercer plano inferior.
Ese día estaba el templo atiborrado de gente…pero como había unos asientos vacíos y con mucha falta de inhibición, casi empujo a mi esposa a sentarnos en ellos. Por suerte estábamos bien vestidos (de casualidad sin bermudas ni cámaras de fotos, ni videos) y rezamos la Misa sin inmutarnos.
Al terminar la misma, comenzó una procesión, llevando algunas reliquias a la Cripta inferior y en su marcha, las autoridades religiosas, pomposamente se detuvieron frente a nuestros asientos y nos indicaron que debíamos presidir el séquito,. Aún hoy desconozco el motivo…pero animado por la desvergüenza, tomé a mi esposa del brazo (que no se animaba) y con la frente levantada y sacando pecho, desfilamos ante el público congregado que se santiguaba a nuestro paso.
Por supuesto que al terminar la ceremonia, nos escabullimos entre rezos y cánticos, mientras los purpurados nos estarían buscando para saludar a estos desconocidos y extraños embajadores de algún lugar. A los años, volvimos a Asís, pero por las dudas, a Misa, no.